viernes, 13 de septiembre de 2013

      Muchos de nosotros nos preguntamos: "Si somos capaces de tantas cosas, ¿por qué no vivimos todos juntos en alegría, apertura y paz? ¿Por qué hay tantas guerras, violencia y tragedias en el mundo? ¿Por qué algunos nos sentimos vacíos por dentro? ¿Por qué estamos celosos, enfadados, atemorizados, deprimidos o incluso tenemos tendencias suicidas? ¿Por qué discutimos con las personas que nos rodean? ¿Por qué corremos tanto, pasando de una relación a otra, de un trabajo a otro, buscando siempre algo mejor, otro aparatito más nuevo? ¿Por qué algunos de nosotros nos refugiamos en el alcohol, las drogas, el sexo o la comida? ¿Por qué nos castigamos a nosotros mismos, a nuestros hijos, a nuestros amigos? ¿Por qué nos sentimos tan limitados e impotentes?"

      La respuesta más simple es que nos hemos olvidado de quién somos. Esa base de apertura, claridad y amor queda cubierta, en parte por la forma en que estamos estructurados como seres humanos y en parte por las experiencias y las lecciones que aprendemos a lo largo de la vida.

    Hay una antigua historia budista sobre un luchador que llevaba una joya en el pelo. Durante un combate con otros luchadores, recibió un golpe en la cabeza y, sin darse cuenta, se le incrustó la joya en la herida. Cuando se le curó, la joya quedó cubierta con la cicatriz. El pobre luchador se pasó el resto de su vida buscando la joya, sin descubrir que la llevaba en su interior.

    Esa es la situación en la que la mayoría de nosotros nos encontramos. Creemos en lo más profundo que hemos perdido algo muy valioso y lo buscamos constantemente fuera de nosotros mismos, sin darnos cuenta de que lo llevamos en nuestro interior allí donde vamos.

     Pero si miramos debajo de las cicatrices, de las heridas que hemos sufrido en la vida, podremos redescubrir  esa joya, ese amor básico e incondicional. Podremos limpiarla y pulirla hasta que brillen todas sus facetas. Del mismo modo, podremos redescubrir el amor esencial, alimentarlo y cultivarlo hasta que se convierta en bodhicitta, una preocupación profunda y activa por el bienestar de los demás.


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