Leyendo una novela de repente me encontré esto y os lo pongo aquí como homenaje a todas las madres del mundo, por su dedicación plena y por su capacidad para hacer mil cosas a la vez cuando estábamos en casa, y por su situación cuando nos vamos los hijos y ellas se quedan solas. Gracias a todas y, en especial, a la mía. Gracias mamá.
[...] LLevaba casi dos décadas saliendo a trabajar todos los días laborables y al volver a toda prisa me encontraba con una casa alborotada llena de ruido, caos y chicos vociferantes que reclaman mi atención. Pasaba la aspiradora, planchaba, ponía lavadoras y cocinaba, y cuando se fueron haciendo mayores llevaba y traía a mis hijos a acontecimientos sociales cada vez más relevantes. Había organizado cenas para colegas, míos o de Claud. Había asistido a funciones teatrales de Navidad, a competiciones deportivas en verano y había conseguido improvisar unos bocadillos para llevar a partir de una nevera vacía. Había jugado al Monopoly, aunque lo detesto, y al ajedrez, al que siempre pierdo, mientras soñaba con un libro junto al fuego. Había preparado bizcochos para los mercadillos benéficos del colegio. Había cocinado a altas horas de la noche para sentirme a mí misma como una buena madre, sobre todo después de que muriera la mía. Había soportado música a un volumen atronador de los grupos más en boga que habían hecho que me sintieran mayor cuando todavía andaba en la treintena.Había vigilado el acné, las caras largas y los deberes. No había salido de nuestro dormitorio cuando los chicos montaban una fiesta. Todas las noches me había tomado un gin-tonic con Claud antes de la cena. Todas las madrugadas me había despertado con un montón de listas en la cabeza, me había levantado por la mañana con dolor de cabeza a causa del cansancio, me había ido a dormir a la noche siguiente sabiendo que mis días estaban tan ocupados que no me quedaba espacio para mí.
Ahora ya no había música, ni caras largas, ni llamadas desde una cabina telefónica a la una de la madrugada: "Mamá, nadie puede llevarme a casa, ¿puedes venir a recogerme?". Todos se habían marchado y yo podía hacer lo que me apeteciera: mi tiempo era mío, precisamente lo que siempre había echado en falta. Pero no sabía cómo utilizar ese tiempo [...]
Siempre me ha gustado expresarme escribiendo, las palabras salen más fluídas y me permite profundizar más en mis pensamientos. Ahora mi camino está en la búsqueda de la serenidad y la confianza, y a ello me ayudan terapias como la Cráneo Sacral, el Reiki, el propio contacto con mis pacientes y amigos y la práctica del Aikido. Espero poder seguir avanzando y poco a poco ir consiguiendo metas que me ayuden a ser más feliz y a hacer más feliz al que me rodea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario