No tiene sentido que nos desgastemos tanto queriendo cambiar cosas que, de entrada, están fuera de nuestro alcance, me refiero a conflictos o problemas de orden mundial, y que nos sintamos tan impotentes a la hora de gestionar nuestros propios estados de ánimo. Decirle SÍ a la vida tiene mucho que ver con dejar de adoptar el papel de víctimas, dedicando nuestro valioso tiempo y energía a buscar culpables, y tomar responsabilidad a la hora de dar una respuesta a lo que nos sucede.
¿Cómo se sintió después de hacerle frente con valor a esa capa de sufrimiento que, sin duda, le ha envuelto en más de una ocasión? Probablemente cuando lo hizo, algo cambió en su interior. Era como si se hubiera expandido, como si hubiera experimentado una evolución interior, lo que hizo no fue algo distinto que trascender los límites de su identidad, los límites de su ego, y por eso tuvo, aunque fuera de una forma pasajera, una experiencia distinta de la realidad.
"La Aceptación impulsa a la acción, a la toma de responsabilidad, a ser uno plenamente consciente de que sí que es capaz de dar una respuesta a lo sucedido".
La Aceptación es una reconciliación con la realidad. Nada tiene que ver con la resignación; porque la resignación lleva a la inacción dolorosa al considerar que no hay nada que uno pueda hacer para darle la vuelta a las cosas.
La Aceptación impulsa a la acción, a la toma de responsabilidad. La acción que se pone en marcha no es para rebelarse con lo ocurrido, sino para rebelarse ante la idea de que uno no tiene opción de respuesta.
Las mejores opciones para que se abra la puerta de la oportunidad no están en dejarme atrapar por reacciones o automatismos, por lógicos y razonables que me parezcan. La mejor oportunidad está en preguntarme: ¿qué puede haber de valor en lo que me está ocurriendo?"
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