lunes, 18 de marzo de 2013

SOBRE EL AMOR A UNO MISMO

    Si no te amas a ti mismo nunca podrás amar a nadie. Si tú no eres amoroso contigo no puedes ser amoroso con nadie.  Lo que quiera que eres contigo mismo lo eres con los demás. Deja que eso sea una referencia básica. Si te odias a ti mismo, odiarás a los demás. Y te han instruido a odiarte, a despreciarte a ti mismo. Nadie te ha dicho:"Ámate a ti mismo". Incluso la idea parece absurda:¿amarse a sí mismo? La propia idea no tiene sentido:¿amarse a sí mismo? Siempre creemos que para amar necesitamos a alguien. Pero si no puedes amarte a ti mismo no podrás practicarlo con los demás.

           Te han dicho- te han condicionado constantemente-, diciéndote que tú no vales para nada. De todas partes has recibido el mensaje de que  no eres como deberías ser, que no eres válido tal como eres. Y en tu cabeza hay muchos requisitos de cómo deberías ser. Y esos deberías son casi imposibles de colmar.Y cuando no los puedes colmar, cuando te quedas corto, te sientes indigno, y surge un profundo desprecio interior hacia ti mismo.

          ¿Cómo puedes amar a alguien? ¿Con tanto desprecio, dónde vas a encontrar el amor? Solamente pretendes, solamente te muestras enamorado. Pero en lo más profundo no estás enamorado, no puedes estarlo. Esas pretensiones están bien para unos días, hasta que el color se diluye y la realidad se hace patente.

           El primer paso es: acéptate tal como eres, descarta todos los deberías. ¡No cargues con ningún deberías en tu corazón! No tienes que ser otro, no tienes que ser de otra forma. La existencia no espera de ti algo que no eres; solamente espera que seas tú mismo. Relájate y sé simplemente tú mismo. Sé respetuoso con tu individualidad. Y ten el coraje de rubricar tu propia firma. Deja de copiar la firma de otros.

          La existencia no espera de ti que te conviertas en un Jesús, en un Buda o un Ramakrishna. Simplemente se espera de ti que seas tú mismo. Es una suerte que Jesús nunca tratara de ser como Abraham o Moisés, y fuese Jesús. Es una suerte que Buda nunca tratara de ser como Patanjali o Krishna, y gracias a ello fue Buda.

         Cuando no trates de ser alguien que no eres, entonces naturalmente te relajas. Y una belleza empieza a aflorar. Entonces irradias grandeza, esplendor, armonía, porque cesa el conflicto, no tienes que ir a ninguna parte, no tienes que luchar para conseguir algo, no tienes que forzar nada, no tienes que presionarte y ser violento contigo. Te vuelves inocente.

        En esa inocencia sentirás compasión y amor hacia ti mismo. Te sentirás tan contento contigo mismo que aunque Dios venga y llame a tu puerta y te diga: "¿Te gustaría ser otra persona?" Le dirías: "¿Te has vuelto loco? Gracias, pero no trates de hacer eso conmigo. Soy perfecto tal como soy".

       En el momento que puedes decirle a Dios "Soy perfecto como soy, soy feliz tal como soy", a esto en Oriente lo llamamos "shraddha", confianza. Te has  aceptado a ti mismo y en esa aceptación has aceptado al creador. Rechazándote a ti mismo rechazas a tu creador.

      Cuando dices "Yo debería hacer esto", estás tratando de mejorar a Dios. Estás diciendo "has cometido errores, yo debería ser así y tú me has hecho de otra forma". Estás tratando de pasar por encima de Dios. No es posible. Estás luchando en vano. Estás destinado a fracasar.

         Y cuanto más fracasas, más te desprecias. Cuanto más fracasas, más te censuras. Cuanto más fracasas, más impotente te sientes. Y consecuencia de este desprecio, de esta impotencia, de esta frustración, ¿cómo puede surgir la compasión?. La compasión nace cuando estás perfectamente asentado en tu ser. Tú dices "Sí, yo soy así". No tienes ningún ideal que colmar. ¡E inmediatamente empiezas a sentirte satisfecho!

        Las rosas florecen tan hermosas porque no tratan de ser como una flor de loto. Y los lotos florecen tan hermosos porque no han oído leyendas sobre otras flores. Todo en la naturaleza es intrínsecamente hermoso porque nadie trata de competir con nadie, nadie trata de ser algo que no es. Todo es tal cual es.

      Simplemente date cuenta. Se tú mismo y recuerda: no puedes ser otra cosa, hagas lo que hagas. Es un esfuerzo inútil. Tú tienes que ser tú mismo.

         Sólo hay dos caminos. Uno es rechazarte, condenarte, y seguirás siendo el mismo. O el otro camino es aceptarte, rendirte, disfrutar, deleitarte, y seguirás siendo el mismo. La actitud es distinta, pero seguirás siendo como eres.

       Una vez que te aceptas, nace la compasión. Y entonces empiezas a aceptar a los otros.



                                                                    OSHO
                                       "A suden Clash of the Thunder" # 8, Q.1
 

domingo, 10 de marzo de 2013

CUENTO

     El soberano de un gran reino se encontraba ya en una avanzada edad y quería asegurarse de que, antes de abandonar el mundo, le transmitía a su hijo una importante lección. A lo largo de las épocas más difíciles de su reinado, aquello  había sido clave para mantenerse firme y conseguir que finalmente reinara en su país la paz y la armonía. Por alguna razón, el joven príncipe no acababa de entender lo que su padre le decía.
    - Sí, padre,comprendo que para tí es muy importante el equilibrio, pero creo que es más importante la astucia y el poder.
       Un día, cuando el rey cabalgaba con su corcel, tuvo una gran idea.
     - Tal vez mi hijo necesita , no que yo se lo repita más veces, sino verlo representado de alguna manera.
      Llevado por un lógico entusiasmo, convocó a las personas más importantesmde su corte en el salón principal del palacio.
      -Quiero que se convoque un concurso de pintura, el más grande e importante que se haya nunca creado.
      Los pregoneros  han de hacer saber en todos los lugares del mundo que se dará una extraordinaria recompensa al ganador del concurso.
      -Majestad -preguntó uno de los nobles-, ¿cual es el tema del concurso?
      -El tema es la serenidad, el equilibrio. Sólo una os doy: bajo ningún concepto rechazaréis ninguna obra, por extraña que os parezca o por disgusto que os cause.
      Aquellos nobles se alejaron sin entender muy bien la sorprendente instrucción que el rey les había dado.
      De todos los lugares del mundo conocido acudieron maravillosos cuadros. Algunos de ellos mostraban mares en calma, otros cielos despejados en los que una bandada de pájaros planeaba creando una sensación de calma, paz y serenidad.

 Los nobles estaban entusiasmados ante cuadros tan bellos.
      -Sin duda, su majestad el rey va a tener muy difícil elegir el cuadro ganador entre obras tan magníficas.
      De repente, ante el asombro de todos, apareció un cuadro extrañísimo. Pintado con tonos oscuros y con escasa luminosidad, reflejaba un mar revuelto en plena tempestad en el que enormes y oscuros nubarrones.
      Los nobles se miraron unos a otros sin salir de su incredulidad y pronto irrumpieron en burlas y carcajadas.
      -Sólo un demente podría haber acudido a un concurso sobre la serenidad con un cuadro como éste.
       Estaban a punto de arrojarlo fuera de aquella sala cuando uno de los nobles se interpuso diciendo:
       -tenemos una orden del rey que no podemos desobedecer. Nos dijo que no se podía rechazar ningún cuadro por extraño que fuese. Aunque no hayamos entendido esta orden, procede de nuestro
soberano y no podemos ignorarla.
       -Está bien-dijo otro de los nobles-, pero poned este cuadro en aquel rincón, donde apenas se vea.
   
       Llegó el día en el que su majestad el rey tenía que decidir cuál era el cuadro ganador. Al llegar al salón de la exposición, su cara reflejaba un enorme júbilo y, sin embargo, a medida que iba viendo las distintas obras su rostro transmitía una creciente decepción.
       -Majestad, ¿es que no os satisface ninguna de estas obras?- preguntó uno de los nobles.
       - Sí, si son muy hermosas, de eso no cabe duda, pero hay algo que a todas les falta.
      El rey había llegado al final de la exposición sin encontrar lo que tanto buscaba cuando, de repente, se fijó en un cuadro que asomaba en un rincón.
       -¿Qué es lo que hay allí que apenas se ve?
       -Es otro cuadro, majestad.

       - ¿Y por qué lo habéis colocado en un lugar tan apartado?

     -Majestad, es un cuadro pintado por un demente, nosotros lo habríamos rechazado, pero siguiendo vuestras órdenes de aceptar todos los que llegaran, hemos decidido colocarlo en un rincón para que no empañe la belleza del conjunto.
       El rey que tenía una curiosidad natural, se acercó a ver aquel extraño cuadro, que, en efecto, resultaba difícil de entender. Entonces hizo algo que ninguno de los miembros de la corte había hecho y que era acercarse más y fijarse bien. Fué entonces cuando, súbitamente, todo su rostro se iluminó y, alzando la voz, declaró:
      -Éste, éste es, sin duda, el cuadro ganador.
     Los nobles se miraron unos a otros pensando que el rey había perdido la cabeza. Uno de ellos, tímidamente, le preguntó:
      -Majestad, nunca hemos discutido vuestros dictámenes, pero ¿qué véis en ese cuadro para que lo declaréis ganador?
     - No lo habéis visto bien, acercaos.
     Cuando los nobles se acercaron, el rey les mostró algo entre las rocas. Era un pequeño nido donde había un pajarito recién nacido. La madre le daba de comer, completamente ajena a la tormenta que estaba teniendo lugar.
     El rey explicó qué era lo que tanto ansiaba transmitir a su hijo el príncipe.
       -La serenidad no surge de vivir en las circunstancias ideales cono reflejan los otros cuadros con sus mares en calma y sus cielos despejados. La serenidad es la capacidad de mantener centrada tu atención, en medio de la dificultad, en aquello que para ti es una prioridad.