Cuenta el columnista Sidney Harris que en cierta ocasión, acompañando a comprar el periódico a un amigo suyo, éste saludó con suma cortesía al dueño del quiosco, el cual, por su parte, le respondió con brusquedad y descortesía. El amigo de Harris, mientras recogía el periódico que el otro había arrojado hacia él de mala manera, sonrió y le deseó al vendedor un buen fin de semana. Cuando los dos amigos reemprendían su paseo, el columnista le preguntó:
- ¿Te trata siempre con tanta descortesía?
- Sí, por desgracia.
- ¿Y tú siempre te muestras igual de amable?
- Sí, así es.
- ¿Y por qué eres tú tan amable con él, cuando él es tan antipático contigo?
- Porque no quiero que sea él quien decida cómo debo actuar yo.
La persona "plenamente humana" es la persona que consigue ser "ella misma"; que no se doblega ante cualquier viento que pueda soplar ni está a la merced de la mezquindad, la vileza, la impaciencia y la ira de los demás; que no se deja transformar por el ambiente, sino que es ella la que influye en éste.
Por desgracia, la mayoría de nosotros nos sentimos como una embarcación a merced de los vientos y las olas. Cuando los vientos rugen y las olas se encrespan, nos falta lastre y decimos cosas como: "Me pone enfermo..."; "Me saca de mis casillas..."; "Sus observaciones me hacen sentirme terriblemente violento..."; "Este tiempo me deprime increíblemente.."; "Este trabajo me aburre soberanamente..."; "Sólo con verle me pongo triste..."
Si observamos todas estas cosas me afectan a mí y a mís emociones. No tengo nada qué decir sobre mi enojo, de mi depresión, de mi tristeza, etc. Y al igual que todo el mundo me limito a culpar a otros, a las circunstancias y a la mala suerte. La persona plenamente humana sabe que la culpa no es de las estrellas, sino nuestra. Podemos alzarnos por encima del polvo de la batalla cotidiana que a tantos de nosotros ciega y sofoca; y esto es precisamente lo que se espera de nosotros en nuestro proceso de crecer como personas.
Esto no significa que haya que reprimir las emociones o negar la plenitud de las mismas. Lo que significa es, más bien, el equilibrio y la de las emociones. En la persona humana plenamente viva no puede darse ni el amortiguamiento de los sentidos y emociones ni la entrega incondicional a los mismos.
integración
La persona plenamente viva escucha a sus sentidos y emociones y sintoniza con ellos; pero el entregarse a ellos supondría abdicar del intelecto y de la capacidad de elegir, dos facultades que hacen a los seres humanos superiores a los animales.
Siempre me ha gustado expresarme escribiendo, las palabras salen más fluídas y me permite profundizar más en mis pensamientos. Ahora mi camino está en la búsqueda de la serenidad y la confianza, y a ello me ayudan terapias como la Cráneo Sacral, el Reiki, el propio contacto con mis pacientes y amigos y la práctica del Aikido. Espero poder seguir avanzando y poco a poco ir consiguiendo metas que me ayuden a ser más feliz y a hacer más feliz al que me rodea.
Genial Ele, gracias por compartirlo.
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