martes, 8 de octubre de 2013



    " Me ha costado comprender que el hombre empieza a vivir en la medida en que deja de soñar consigo mismo. Que empezamos a dar frutos cuando dejamos de construir castillos en el aire.
    Al igual que el niño que está aprendiendo a montar en bicicleta logra montar de hecho cuando se sumerge a fondo en esta actividad y, por contrapartida, se cae al suelo cuando se para a considerar lo bien o mal que lo está haciendo, así nosotros, todos, en cualquier actividad que llevemos a cabo. En cuanto comenzamos a juzgar los resultados, la magia de la vida se disipa y nos desplomamos.

    Cuando como, como; Cuando duermo, duermo. Así definió un gran maestro el Zen. Con este espíritu, no sólo es que se gaste menos energía en el desarrollo de una determinada actividad, sino que hasta sale uno tonificado de ella. El ser humano tiene el potencial de auto-cargarse en la acción.

    Por eso creo que para escribir, como para vivir o para amar, no hay que apretar, sino soltar, no retener, sino desprenderse. La clave de casi todo está en la magnanimidad del desprendimiento. El amor, el arte y la meditación, al menos esas tres cosas, funcionan así.


Del libro. "Biografía del silencio", Pablo d´Ors

No hay comentarios:

Publicar un comentario